martes, 4 de agosto de 2009

La cuestión del hombre lobo

Algo de ahí se paró y comenzó a caminar. Era una figura escuálida y oscura, sus ojos no parecían estar vivos y sus labios aún besaban la muerte tan temprana y viva. Bajó la colina tan rápido como sus pies le permitían, después del ataque de esa bestia animaloide y agresiva.
Descendió a nuestros ojos donde lo pudimos contemplar. Clamaba auxilio. Clamaba horror. Y mis manos como un último suspiro, terminaron con la vida de ese lobo hombre.
Terminaba la noche y con ella el terror que pasé con mis amigos. Nos dirigíamos a casa, después de tomar alcohol como bastardos. Duermo. Cuando recobro el conocimiento siento la herida de una mordida, hay en mi cuello, y hay cerquita de ese recuerdo que rondaba mi cabeza:
De la muchacha que conocí en la plaza y que robó gran parte de mi alma, con un beso tierno y bien dado. Esa muchacha que sabía desde ahora, mataría en luna llena.


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